miércoles, 28 de julio de 2010

GABRIELA TOSCANO: UNA REVELACIÓN YA CONSAGRADA


ACTRIZ DESDE LA CUNA

Su frágil Susy en Para vestir santos es la más reciente 
de una larga lista de criaturas 
volubles que la intérprete ha dotado de una 
humanidad a toda prueba a lo largo de sus 40 años de carrera

Por Victoria Pérez Zabala 
Para LA NACION 

Esa tarde podría haber sido como cualquier otra. Su padre estacionaba autos en un garaje; su madre trabajaba en el quiosco de la escuela y ella, con sólo cuatro años, quedaba otra vez a cargo de su hermana mayor. Pero algo sucedió cuando acompañó a su hermana, que quería probar suerte en un casting en Canal 9 para el programa infantil Música en libertad . Allí, los ojos de una representante se clavaron en la menuda figura de Gabriela Toscano; serían los primeros de una larga lista.

Cuarenta años después, la actriz se sienta a almorzar en un bar palermitano en un alto de la grabación de Para vestir santos , vestida como Susy, su personaje del unitario de El Trece, con un saquito turquesa y un pantalón de vestir negro, dispuesta a examinar su fecunda trayectoria.

"Es raro. Creo que mi educación actoral viene de criarme en los estudios y de ver a los actores mayores", resume la intérprete nacida en Montevideo, que a los seis años intervino en La Mary,como una pequeña Susana Giménez, con la dirección de Daniel Tinayre.

A los ocho años se imaginaba en el rol de monja y pidió a sus padres entrar en un colegio religioso. "Duré dos años", dice, y larga su primera carcajada. Muchos años después, pudo cumplir esa fantasía pueril al ponerse el hábito para encarnar el papel de la hermana Luisa Beauvier, en La duda , que en la pantalla grande tomó Meryl Streep. "La escuela no me gustaba para nada. Abandoné el secundario en primer año. Mal hecho", se lamenta la actriz y madre, que inculca a su hijo, Bruno, el valor de la escuela. Pero, en ese entonces, para la niña que crecía entre decorados, leyendo guiones y obedeciendo a directores, la vida pasaba por otra parte; el tiempo se dividía entre ensayos y horas de grabación; no había timbre ni recreos. "Enseguida me propusieron hacer Los chicos crecen , con Susana Campos, que era mi ídolo en ese momento. Y bueno... Nunca más dejé de trabajar", dice, con la evidencia de una abultada carrera, que incluye 65 programas de televisión (más de mil apariciones), catorce películas y nueve obras de teatro.

"Lo más gratificante de haber empezado de tan chica es que trabajé con muchos y muy buenos actores porque en estos 40 años de carrera he visto la vieja televisión y también el cambio que se produjo", resalta, mientras corre hacia el costado su flequillo castaño y despeja su amplia frente.

Claro que también había momentos duros para la niña precoz y la adolescente que crecía detrás de cámara, mientras se aprendía la letra para la siguiente escena. "En algún punto fue costoso porque en la adolescencia empieza a haber algo interno de duda de «qué es lo que quiero» y «lo elegí o no lo elegí». Pero creo que internamente lo elegí", reflexiona Gabriela, que recuerda su vergüenza a los 12 años cuando en Una escalera al cielo tenía que actuar de cafetera y grabar en exteriores gritando «¡Café, café!».

Todo comenzó a esclarecerse; su vocación y su técnica actoral, a partir de su primer contacto con las tablas. "A los 27 empecé a sentir una necesidad de cambio. En mis comienzos trabajaba más intuitivamente y eso lo sufría mucho. No podía desarrollarme más allá. Luego empecé a ver que había técnicas y fui desarrollando la mía. Me lo tomé más en serio", señala, y agranda sus ojos de mirada profunda, como triste.

 

Entrar y salir

Más serios, complejos y densos fueron los roles que compuso para el teatro, de heroínas o víctimas agónicas que luchaban en climas tensos, como su personaje de Masha, en La gaviota, de Anton Chejov, o el de la joven víctima de abuso sexual en Cómo aprendí a manejar , en el que tenía el desafío de los saltos temporales: pasaba de ser la relatora de la historia a una niña de quince años.

Toscano, elogiada por la crítica y ganadora del premio Cóndor a la mejor actriz de reparto en La viuda de los jueves , dice que nunca se siente preparada para encarnar un personaje. "Es muy difícil eso. Te das cuenta cuando te empiezan a aparecer pensamientos que no están en el libro. Por ejemplo, ahora, con el personaje de Susy, puedo ponerla en cualquier situación. Entrar y salir enseguida", aclara la intérprete, casada con el director teatral Carlos Rivas, que la dirigió enLa duda, La prueba y Cómo aprendí a manejar .

De su conflictuada y voluble criatura en Para vestir santos , Susy San Juan, la mayor de las tres hermanas solteras, adelanta: "En el fondo, va a ser la más terrible de todas. Creo que se deja llevar por la desesperación. Una parte de ella no quiere ser la perdedora y por eso se mete en lugares que no quiere". En la accidentada y desorbitada búsqueda por encontrar el amor la acompañan Griselda Siciliani (Virginia) y Celeste Cid (Malena). "Hay esperanza para ellas. Están buscando y, mientras tanto, encuentran", acentúa la actriz, que participa de esta historia de trazos dramáticos, pero que también roza el humor negro.

A Toscano le gustaría dejar de componer personajes tan encantadores para la pantalla y sumergirse en la intricada psicología que revisten sus papeles teatrales. "Mis personajes son generalmente encantadores. Hay una veta que me gustaría explotar más. Tengo más carácter y soy algo más salvaje. Puedo desarrollarlo en el teatro, pero no en la TV ni en el cine. Quisiera cruzar esa línea y hacer personajes más dramáticos en los que me siento más cómoda", asegura la intérprete, que se lució en el papel de la dubitativa Cathy, de La prueba , junto a Pablo Rago, en 2004.

Si pudiera resaltar una de las mayores ventajas que conlleva la actuación, la artista que puso su toque distintivo y subió la vara actoral en programas como Amas de casa desesperadas, Culpables y Los machos elige la posibilidad de corregirse en los detalles. "Es como un dibujo: siempre se puede hacer mejor", compara Toscano, que volverá a cruzarse con Alfredo Casero en la ficción, como lo hicieron en Culpables , donde ella era Daniela Trimarco de Fishini, su esposa, al borde de la locura, y entre ambos acaparaban todas las miradas y se sacaban chispas por la impecable composición de un matrimonio desbordado. Ahora, Casero se acercará al personaje de Susy como un policía y su participación en el unitario de El Trece durará sólo tres capítulos.

"Todos" son los desafíos pendientes, según responde esta actriz, que cumple 40 años inventando y sumergiéndose en realidades oscuras y dramáticas -sus preferidas-, pero también en las románticas, superficiales y con toques de humor. El próximo es volver al set en la piel de Susy, un papel que la consagra e instala como una de las actrices de mayor peso del momento.


Fuente:  28 de julio de 2010 Diario La Nacion

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