lunes, 11 de junio de 2007

"CASERO Y YO SOMOS MUY BRAVOS"




Se siente cómoda en Culpables y haciendo reír con su personaje. Tras una larga trayectoria en cine, teatro -donde acaba de terminar Los pequeños burgueses- y televisión, ahora quiere enseñar a los más chicos.

Viene de actuar en Los pequeños burgueses; es una de las protagonistas de Culpables. ¿Cómo es el paso de Máximo Gorki a Pol-Ka?

La gran diferencia está en el modo de trabajar los personajes: en el teatro, el pensamiento está en todo el cuerpo, exige una intensa entrega física; en televisión, el pensamiento se refleja en la cara, en lo chiquito. A veces terminaba destruida de las dos horas y cuarto de Tatiana en Los pequeños burgueses; en cambio, si Daniela tiene una escena en un bar, me siento y trabajo su mundo en función de la cámara. En Pol-Ka trabajo muy cómodamente porque los equipos están bien combinados y mantienen un modelo estético. En lo personal, además, recupero la posibilidad de hacer reír. Comedias dramáticas como Gasoleros, Primicias o Culpables me hacen acordar a mi infancia, cuando me divertía mucho haciendo de hija de Guillermo Bredeston y Nora Cárpena. Daniela me devuelve un poco ese pasado: de repente es una mujer y de repente una nena; de repente no sabía qué hacer con los hijos y de repente quiere tener un amor. Y a la gente le gusta: me dicen que se ríen. Eso es lo que más disfruto.

¿Cómo influyen en usted esos comentarios o el rating?

No hay que hacer el personaje que el público quiere sino el que una creó, o se deja de tener identidad. Esta Daniela es el mundo que yo brindo; si la hiciera según lo que quieren otros, sería exagerada, desbordada, sin sutileza. No es difícil confundirse porque la televisión es arriesgada: se va probando sobre la marcha, se graba por adelantado y se va viendo qué sale, no hay dos meses y medio de ensayos. Y probar es tirarse a la pileta con un millón y medio de espectadores, aunque la presión viene menos del rating real que del deseo de hacer un programa que vean muchos. Pero el público es menos prejuicioso de lo que se cree. Acepta que haga una productora como la de Primicias, la inspectora de colectivos de Gasoleros o el personaje de El Rafa -que tenía por pareja otra mujer, muy alejada en la edad- y a Daniela. Por la calle o en el subte me dicen: "No lo retes tanto a Casero".

¿Cómo es la experiencia de trabajo con una personalidad tan fuerte como Alfredo Casero?

Creo que se dio algo entre nosotros, que encontramos un código, porque la relación funciona a pesar de su personalidad y de la mía. Yo también tengo lo mío: un poquito caprichosa, un poquito dominante. Además, Casero y yo somos de Escorpio, los dos muy bravos. La vamos peleando: discutimos cómo hacer las escenas para trabajar juntos lo mejor posible.

¿Dijo que viajaba en subte?Sí, ¿por qué no?

Mientras hacía Los pequeños burgueses, me resultaba muy práctico para ir al estudio de mi marido (el director teatral Carlos Rivas) en el Abasto. Me permite observar la vida, algo que me sirve para actuar y para pensar en la realidad. Las modificaciones económicas, los nuevos impuestos, la creciente miseria en el país me afectarían, como nos afectan a todos, aunque no saliera a la calle. Pero salgo, y por ahí me siento en un bar y un chico me pide una medialuna que quedó sobre la mesa. Y viajo en subte y observo gente abrumada, gente que habla con sus hijos, gente contenta. Socialmente no soy muy activa, pero hago pequeñas cosas cuando me las piden porque estoy en un lugar público que puede ayudar. La gente me ve en un acto por los muertos de la AMIA, y descubre que tengo un pensamiento sobre ellos. Cuando era chica me pregunté para qué sirve un actor y supe que detrás del despliegue de ego hay algo social: el actor les devuelve el mundo a las personas, a esa gente que va a trabajar en el subte y que cuando llega a su casa a la noche prende la tele y ve una ficción sobre la vida que la hace reflexionar.

Era muy chica cuando empezó a trabajar. ¿Qué pensaba entonces sobre la actuación?

Empecé en 1970 en un programa infantil de Música en libertad. Era un simple juego. De grande vi que podía seguir adelante. Suerte que me di cuenta, porque me podría haber confundido, haber pensado que en realidad nunca había elegido esta carrera. Por eso ahora me interesa dar clases para chicos: es mi nuevo proyecto. No voy a enseñar actuación, sino que los voy a ayudar a expresar el mundo interior que todos tenemos. Me interesa trabajar con los chicos en el desarrollo de sus capacidades de expresión y su imaginación. Más allá de que sean actores: sirve para la vida.
Fuente: Archivo

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