viernes, 13 de abril de 2007

Apasionada y versátil, con 40 años de trayectoria disfruta de su mejor momento..

CON LA VOCACIÓN A FLOR DE PIEL


Actriz de raza y corazón, Gabriela Toscano disfruta de su mejor momento. Hace tevé, teatro bajo la dirección de su marido, y es mamá. En esta charla contagia su pasión, comparte su arte, sus métodos y su lucha por llevar una carrera hecha y derecha.

En cuanto asoma y deja atrás las gigantescas puertas del Teatro Liceo, se advierte que algo no va bien. “Estoy mal del estómago; debe haber sido algo que comí”, cuenta. Para comienzo, poco alentador; sin embargo, a medida que atraviesa los pasadizos oscuros de la imponente sala, su humor va cambiando notablemente. Saluda al equipo técnico de la obra en la que participa, acomoda sus bártulos en el camarín, se sienta frente al espejo y para cuando el play comienza a hacer girar la cinta, de su blanca palidez ya no parecen quedar rastros. Todo sobre ruedas. Ahora resta traspasar con palabras el muro imaginario que ella levantó, segundos antes, frente al grabador. Menuda misión, si las hay.Desde el principio deja bien claro que en la charla no hablará de sus “cuestiones internas”. Porque para esta actriz de raza, la actuación es lo que hace correr sangre por sus venas, “lo mejor o lo único que sé hacer”, afirma ella.

–Empezaste de chica…–¡A los cuatro años ya estaba sobre las tablas! Fue en Música en libertad infantil. Mi hermana me cuidaba porque mis papás trabajaban y un día, una de sus amigas la llamó y le dijo: “Mi mamá nos va a llevar a un concurso”; ella contestó: “Yo voy, pero con mi hermana”. –¿O sea que sos el típico caso de la acompañante que terminó siendo elegida?–Totalmente. En ese momento, no había muchos chicos en la tele. A partir de eso, hice publicidad y empecé a actuar en Alta Comedia. A los 6 años, participé de La Mary (hacía el papel de Susana Giménez de niña) y después, de la primera película de Luis Puenzo que se llamaba Luces de mis zapatos, con Pipo Pescador. A los 10 fui alumna de la Señorita Maestra.–Todo era un juego…–En realidad, lo fue hasta mi adolescencia. Después empecé a cuestionarme sobre eso tan especial e intuitivo que tenía. Recuerdo que en esos tiempos no aplicaba un método, lo que me complicaba las cosas, y me hacía sufrir mucho pensando que nunca algo me iba a salir igual.
–¿Luego vino la formación?

–Me formé en mi propia técnica, adquirida de tanto trabajar. También tomé clases con Augusto Fernández, Agustín Alezzo y Carlos Gandolfo, pero no entendía demasiado. Me pasaba como al carpintero que enseña desde su oficio y al tiempo se da cuenta de que cada una de las cosas que hace tiene un nombre específico. O sea, lo que aprendía de método ya lo hacía en la práctica. –Y, definitivamente, te decidiste a actuar…–Como que nunca lo decidí (se ríe). Se fue dando. En un momento me pregunté: “¿Quién soy?¿Lo elegí o no? ¿Hubiera querido ser otra cosa?”. Pensé en ser maestra jardinera; también monja, a los 12 años. Creo que recién a los veintipico me dije: “Me banco esto”; hasta el momento creía que no lo había elegido, lo desmerecía un poco, pensaba que la actuación no venía de mí. Pero desde ahí me hice cargo y empecé a vivir de esto.–En otras carreras con el título llega la confirmación. Vos, ¿cuándo te sentiste actriz?–Mirá, para contestarte, te cuento algo. Hace unos años, Susana Campos a la que conocí haciendo de su hija en Lo mejor de la vida de nuestros hijos, me vio actuar en la obra La Prueba, y me dijo: “¡Qué buena actriz que sos! Ya desde chiquita tenías algo”. Con el tiempo, fui recogiendo esos comentarios y hoy llego a la conclusión de que siempre fui actriz. De todos modos, empezar a hacer teatro me confirmó que esto era lo mío. –¿Te ha tocado pasar períodos largos sin trabajar?–Sí, como a todo el mundo; por eso uno siempre ahorra. El actor trabaja previendo un tiempo en el que no lo vaya a hacer. Esa es la gran angustia e incertidumbre de esta profesión. Pero como uno ya tiene una carrera, a esta altura, se busca sus propios proyectos. Uno tiende redes que, a la larga, te mantienen trabajando.
[El presente sobre las tablas]

Luego de participar del megaproyecto televisivo que fue la versión argentina de Amas de casa desesperadas (a partir de septiembre, se grabaría la segunda temporada), Toscano podría haber pensado que el 2006 ya había sido lo suficientemente bueno para ella; sin embargo, en diciembre pasado recibió otra propuesta igualmente desafiante y prometedora. Fue convocada para reemplazar a Susú Pecoraro en la obra La duda de John Patrick Shanley, bajo la dirección de Carlos Rivas, nada menos que su marido. –El hecho de trabajar con tu esposo, ¿te condicionó a la hora de aceptar?–No, al contrario. Ya habíamos estado juntos en La prueba y teníamos garantizada una buena dupla en lo creativo. Yo necesito de él, de su instrumento como director, y él, de mi instrumento como actriz. Así nos complementamos.–¿Te sentís especialmente protegida por él?–Sí, pero por él como director. Porque te va llevando por un camino por el que podés crear tu personaje con facilidad. Y te acompaña y sigue corrigiendo en cada una de las funciones con el objetivo de evitar que la obra se vuelva rutina y se desdibuje el cuento. Eso es bueno, porque algunos directores, luego del estreno, se van, y el trabajo no termina ahí; recién empieza, te diría.
Gabriela tiene los mejores recuerdos de la obra La prueba. No es para menos: fue multipremiada y constituyó su piedra angular en lo que a teatro se refiere. “Creo que me ha servido muchísimo para mejorar mi ‘instrumento’, que ha cambiado mucho. Fue un gran entrenamiento”, revela. Y si hay alguien que puede dar fe de ello, es Osvaldo Santoro, quien hizo de su padre en aquella oportunidad, y luego, en el programa televisivo Media falta. La recuerda como a “una actriz excepcional. Es rigurosa en lo suyo: ante un personaje dedica todo su tiempo. Pienso que no es casual que haya sido su papá en la ficción; somos muy parecidos: nos une el bajo perfil. Ni a ella ni a mí nos interesa figurar; no vamos a los estrenos, por ejemplo; nos abocamos a la profesión y a los ámbitos cerrados de la familia y los amigos”.Pero dejemos La prueba de lado y volvamos a La duda…–¡Qué desafío entrar a una obra que venía en cartel desde julio, reemplazando a una actriz de tu mismo peso!–El desafío para mí era llegar con el personaje; componerlo bien. Y pude. Lo que hago es otra forma de contar la historia, afín a lo que soy. Es como un mismo tango tocado por Astor Piazzolla o Aníbal Troilo: por dos intérpretes distintos, suena de otra manera. En este caso, logré una obra diferente. –Después de treinta y pico de años de carrera, ¿te seguís poniendo nerviosa ante un estreno?–Ahora ya no porque tengo muchas funciones encima con La duda, pero los primeros días, fue fatal. ¡Tenía unos nervios terribles! Pensaba que me iba a morir de un infarto en el medio del escenario, como comúnmente fantaseamos los actores. –Esta sala, esta obra, este personaje… ¿Todo se da en el momento justo?–Creo que a uno las cosas le llegan cuando está preparado para ellas. Luego de haber andado un camino muy largo, con muchos trabajos, este tipo de personajes es una buena cosecha. Me fui preparando para esto: nada se da porque sí. –¿Cómo hacés para encontrar el desafío en cada función cuando por muchos meses vas a contar la misma historia? –La repetición asusta, pero uno tiene que poner el freno. Porque cuando uno ya sabe la obra empieza “tiqui tiqui tiqui” y tiende a repetir como un lorito; a que se vuelva rutina. Es necesario mirar a los ojos y meterse de lleno en lo que se está contando. Ese es el trabajo que uno tiene que hacer todas las noches: mirar al otro y contar la obra. –¿Es fácil, a esta altura de tu carrera, seguir en sintonía con la realidad, cuando vos sos la observada en un taxi, un supermercado, el gimnasio?–Por suerte soy despistada, pero además, mi mundo interno es más fuerte que esa exposición. Por eso actúo (se ríe).

[Esposa, madre, hija…]

Gabriela interrumpe la charla y atiende su celular. En vano: llamada perdida. “Mi mamá”, la presenta. “Después la llamo”, cuenta. Y vuelve a incorporarse a la charla, en la que aparece su hijo Bruno de 12 años. “Viene los domingos al teatro; se queda acá en el camarín o se va a hablar con la gente que está detrás de escena”, comenta. A él no le gusta mucho verla en “dramones” del estilo de La duda. “Es un chico observador, con criterio propio, que ve muchas comedias. ¡Le encantan! Y le gusta verme haciendo otro tipo de personajes. Hablo de comedias y me acuerdo de las que hacía con Guillermo Bredeston y Nora Cárpena, junto a Pablo Codevilla. ¡Eramos tan chicos!”, rememora.Parece congeniar bastante bien sus roles de actriz, madre y esposa. Con su marido comparte, entre muchas otras pasiones, la del trabajo, y eso los hace invencibles. Con su hijo intenta pasar todo el tiempo posible (la sesión de fotos se hizo una vez que Bruno empezó las clases y ella se fue corriendo para llevarlo a su clase de música). “Es difícil la organización del actor: tenés que ordenarte de acuerdo a tu trabajo, tu casa, tu hijo, tu familia. Vas cambiando, continuamente, de horarios, y a veces, querrías estar en uno y otro lado a la vez”, comparte quien en breve comienza la gira nacional. “Espero que la gente nos espere con los brazos abiertos”, comenta ilusionada.Y por supuesto, a pesar de estar haciendo teatro, se hace un rato para sumar proyectos a su haber. ¿El último? “Rita, burlada”, un capítulo de Mujeres asesinas, en el que mata en la ficción a “su jefe”, Adrián Suar, director de programación de Canal 13 y dueño de Pol-ka, productora del ciclo. “Fue una semana intensa, de mucho nervio, principalmente por trabajar con Adrián. Había mucha expectativa”, confiesa, aunque dice que la asesina que personificó era “bastante tranquila”. “Lo maté de tres cañazos en la cabeza; nada grave”, dice entre risas. Y luego, posa para las fotos, habla de cocina naturista con la maquilladora y cuenta una y mil anécdotas de trabajo. Se la ve bien. Se la escucha mejor. Todo hace pensar que la Toscano es una mujer feliz. Y que está dispuesta a disfrutarlo.

Una Vida dedicada.
Lleva casi cuarenta años de trayectoria. Castings, ensayos teatrales, libretos, estrenos, triunfos y fracasos en justas dosis hicieron que en su vida, lo profesional y lo personal hayan ido casi por el mismo camino. Es que, prácticamente, creció trabajando.Debutó en Música en libertad infantil, participó de comerciales y actuó en obras de teatro aún hoy recordadas: Madera de reyes, La gaviota, Monólogos de la vagina y La prueba; asimismo, en programas entre los que se destacan: Son amores, Media falta y Culpables por el que ganó un Martín Fierro en 2001. También pasó por la pantalla grande; lo hizo en películas como La Mary, El exilio de Gardel y El buen destino.

Fuente: Revista Nueva 8-4-2007

No hay comentarios.:

CANAL DE VIDEOS EN YOUTUBE