sábado, 3 de febrero de 2007

Gabriela Toscano 
"NO ES UNA COSA LIVIANA HACER UN CHEJOV"


Actriz desde los 4 años, fue muy elogiado su trabajo en "La gaviota", que dirige Augusto Fernandes.


Por Silvina Lamazares Viéndola encarnar a Masha, en "La gaviota", de Antón Chejov, no queda duda de que se trata de una actriz con garra y talento natural. Pero cuando termine la temporada del San Martín, Gabriela Toscano estará otra vez sin trabajo. Aunque circula por escenarios y estudios de cine y TV desde los dientes de leche.

Su papel de Masha la deja "algo despeinada y con una extraña sensación de felicidad", reconoce Gabriela Toscano

Aquella pizcueta del aviso de heladeras en el que la madre le gritaba "­la puertaaa!", su paso por Rosa de lejos o la mujer independiente de Los machos dejaron huella, se ve, en la memoria de un puñado de varones que la siguen de cerca por una plaza de Belgrano. "¿Por qué no trabajás más en la tele, eh?" Ella está por contestar "porque no me llaman", pero evita la respuesta cruda y seca y escapa por la tangente: "Pasa que estoy haciendo teatro, por eso no me ven".
Ocultar no siempre es mentir, habrá pensado Gabriela Toscano, envuelta ahora en las ropas de un personaje de La gaviota, de Anton Chejov, y alejada del medio en el que hizo pie a los 4 años. A pesar de haber puesto su mejor cara en una veintena de comerciales, en varias tiras, unitarios y especiales "desde 1969 hasta agosto del año pasado", el teléfono de la chica no suena para hacer tele. No le preocupa demasiado, jura, aunque se nota que el punto algo la inquieta.

De todos modos, tiene para un mes más con la obra que cada noche sube a escena en la Sala Casa Cuberta del Teatro Municipal General San Martín. "No es una cosa liviana hacer un Chejov. Es la primera vez que lo hago y espero reincidir. En la Argentina no hay muchas posibilidades de hacer teatro de autor y ahora que me tocó en suerte lo aprovecho a full", reconoce la Masha de ficción.

Las dos horas y media que dura La gaviota, dirigida por Augusto Fernandes, invitan a hurgar en las entrañas de un grupo de personas al que la vida lo tiene a maltraer, con historias cruzadas, amores desencontrados, penas en el alma y la decisión de seguir viviendo a pesar de todo.

"El eje de la obra es que todos aman a alguien y ninguno es correspondido. Y mucho, pero mucho de eso le pasa a Masha, una mujer muy desgraciada, que ha armado su propia vida así, angustiada, destruida. Ama y no tiene respuestas, y eso la tiene por el piso con sus ánimas. Es un personaje verdaderamente denso", califica la uruguaya que cruzó el charco a principios del 69, poco antes de que su hermana mayor la llevara al casting de Música en libertad infantil. Su picardía de aquellos tiempos mozos, el pelo larguísimo y dos dientes de menos la zambulleron de movida en la TV.

Después llegaron las publicidades de "­la puertaaa!" "con su bocadillo de "hemos vuelto a la normalidad" y de una pasta dental; papeles en los programas Lo mejor de nuestra vida, nuestros hijos; Rosa de lejos; Alta comedia; Los chicos crecen; Situación límite y Los machos, entre más. En medio de tanta pantalla chica se hizo un lugar en la grande, participando en la opera prima de Luis Puenzo, Luces de mis zapatos, en La Mary (hizo de Susana Giménez de chica) y en dos películas de Pino Solanas, El exilio de Gardel y Sur, que la mostraron más suelta de cuerpo.

Un curso de actuación con Augusto Fernandes le valió que él la descubriera y la convocara para trabajar en Madera de reyes (en 1994) y ahora en La gaviota, cuyas funciones la dejan "algo despeinada y con una extraña sensación de felicidad".

"¿Sacude un poco meterse en la piel de Masha?
"No, la verdad es que no salgo sacudida. Creo que uno se mete ahí en el momento, y después se terminó y se terminó. Quizá, salíamos sacudidos cuando ensayábamos. Ahora ya transitamos por esos lugares, sabemos qué nos puede pasar y qué no.

"El teatro siempre tiene algo de imprevisible...
-Sí, claro, pero tenemos una buena base de trabajo. Cuatro meses de ensayo han ayudado a que uno entre y salga del personaje sin costo alguno. De todos modos, ninguno es un papel sencillo. Por suerte, hay que meterse a fondo para encontrar la médula de las criaturas de Chejov.

Para tamaña tarea, considera ella que "no cualquiera puede dirigir un autor así. Porque todo lo que pasa en un Chejov está atrás de lo que se dice. Que lo hiciera Fernandes fue la certeza de que la obra no iba a ser abordada como una pieza lenta, aburrida".
El orgullo por trabajar en La gaviota le tapa la realidad que se le avecina a partir del 20 de diciembre, cuando la obra baje de cartel. El teléfono no suena por trabajo (alguna cosita que no le gustó demasiado le han ofrecido en el último tiempo).

"¿Cómo debería ser una propuesta para que des el sí?
"Primero, que sea propuesta. Que me llamen. Y después, que el proyecto sea interesante. Siempre estoy dispuesta a escuchar, y luego decido en función del producto, del personaje en cuestión, de cómo anda mi bolsillo.

Mientras tanto le caderea a la ansiedad, supone que la quietud laboral en su medio responde a "cuestiones generales que van más allá de mí", y sigue. No espera. "Si sale algo, bien venido sea. Pero no puedo darme el lujo de caerme hasta que alguien me levante. Tengo un hijo, que además es divino", se babea, a metros del gurrumín de casi dos años que "habla hasta por los codos. Y está contento, porque si no hay trabajo, nos vamos de vacaciones".

Fuente: Diario Clarin : 28 de noviembre de 1996.

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